
No duró mucho nuestro encuentro. Fueron, como mucho, siete minutos (calculo), lo que tarda el subte de la línea D en recorrer la estación Bulnes hasta Palermo. Recuerdo el sonido de tus tacos bajos entrando, algo apretada y molesta, por la puerta del vagón intentando acomodar tu bolso entre los demás pasajeros. Un libro bajo el brazo y un atado de perejil en una bolsa de nylon verde, tu pelo corto manteniéndose inmóvil en la muchedumbre. Admito que tu presencia me desvió totalmente del libro en que estaba inmerso, manteniéndome en el placer del silencio estático, perforando tus huesudos hombros con mis pupilas. Debería haberte hablado, lo sé, pero tus ojos rasgados y tu boca perfectamente delineada bajo una diminuta nariz me hicieron sentir, una vez más...¿insuficiente?. Supuse que mi falta de talento se haría visible a metros de distancia. Un libro y un atado de perejil suponen cierta excentricidad que solo se fijaría en algún pintor con boina o el cliché de un músico con barba. De más está decir que los pinceles se derriten en mi mano y que, con mucha suerte y empeño, algún día lograré tocar tan solo una pandereta. Pude leer PALERMO entre los kioscos de revistas de la estación y, aunque desconocía el destino final de tu viaje, la sensación de perderte entre las vías provocaba un calor asfixiante a la altura de mi cuello. Las puertas se abrieron, nuevamente, dejando que el olor a humedad se colara entre los asientos y la respiración de la gente. Vi con desgracia como te acomodabas el pañuelo al cuello y me abandonabas, incluso antes de conocerme, caminando con gracia por el suelo gastado. En vano era correr hasta alcanzarte, ¿qué decirte?. Lentamente las puertas volvieron a juntarse, encerrándome en aquel manicomio de gente desesperada por volver a sus casas. La melancolía duró varios segundos, minutos, quizás horas, la línea D tiene aquel efecto poco natural que me hace perder la noción del tiempo. Volví cabizbajo a mi lectura subterránea, pudiendo sentir todavía el perfume a jazmín de tu cuello entreverado con aquel atado de perejil que me abandonaron tan pronto como llegaron.
8 comentarios:
noto que las calles de buenos aires te volvieron a inspirar
lastima que esas calles no nos cruzaron =(
m qede con ganas d apretarte los cachetes t odio
Decime que esos eran los taquitos de Florkey.
Jajaja
Dame el gato, forro.
tommi!
acá estoy escribiendo como te prometi.. una vez mas me dejas sin palabras con todo lo que escribis!
no dejes nunca de hacerlo... un abrazo!
DUBBIE.-
Dale gauchito, vos que lees:
20 de septiembre
Libro Libre.
Si todo lo que haces y escribis aca es para ganar chicas... aparentemente funciona. Pero, ¿es licito? es casi lo mismo que el pintor con boina o el musico con barba.
(Con la diferencia de que yo jamas me fijaria en alguien con boina).
Escuchame feíto:
toca Walkie, y como es tradición vos venís conmigo a verlos.
Nada de planes para el sábado. Ok?
Hórrido!
(Creo que conseguí trabajo; oh, sí, esos gatos están cada vez más cerca de mi)
que 90´s !
Deberías tener un libretita, anotás un recorrido imaginario, el que van a hacer las chicas que te gustan en el subte. Algún día vas a acertar y va a ser el amor de tu vida.
Salame, no sabés tocar el piano. Eso arruina el rollo.
Nos vemos Gusmich.
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