domingo, 2 de noviembre de 2008

quiero vivi ahí

Eran los vestigios de lo que, al parecer, era un mundo perfecto. El día estaba soleado pero corría un poco de viento, nada que no pudiera arreglarse con un pañuelo al cuello. El diario anunciaba frivolidades de las más variadas, sin preocupaciones, sin desgracias en su portada del día. La vereda estaba casi vacía, adornada cada unos doscientos metros (promedio) de algún personaje interesante salido de alguna pasarela londinense o una comedia romántica de los años cincuenta. Todo estaba tranquilo, el centro circundado por autos relucientes y adornado con música de vaya uno a saber dónde. Panorama ideal. Entonces se encuentran en la esquina, ellos dos, con anteojos de sol importados y zapatos nuevos. Hablan un rato, conversan sobre el clima, sobre lo bien que se está en esta ciudad, la buena música que suena y de repente, a uno de ellos, se le ocurre "ofender" de manera cordial al otro. "¡Cuán equivocado estuvo!" pensaron los habitantes de aquella ciudad feliz al verlo. Con un sonoro ¡plop! los anteojos de sol, los zapatos y finalmente el hombre entero desaparecieron de la lustrosa vereda. La gente siguió caminando, sin reparar en su repentina desaparición y comprendieron que es mejor así, que en una ciudad gobernada por la caprichosa mente de un hombre selectivo y clasista no hay lugar a discusiones. Todos corren, se les hace tarde y sus atuendos están pasando de moda.

1 comentario:

A D L V dijo...

tus escritos son hermosos.
tu blog uno de los mejores