domingo, 9 de agosto de 2009

(son multiud) III - vol 1

Quizás esta sea la parte más compleja de mis amoríos pre-y-post-adolescentes. A ella la llamaremos "W" y le dedicaremos el (por ahora) último y más largo de los apartados. Ella era todo lo que yo no buscaba en una chica. Para empezar era bastante más chica que yo, y todos sabemos que las distancias se alargan mucho cuando uno tiene dieciocho. No es lo mismo tener veinticinco y que la chica que te gusta tenga veintitrés, a tener dieciocho y que la muchacha en cuestión tenga dieciseis. Como les decía, "W" era todo lo que yo no soportaba en alguien del sexo opuesto. Nos conocimos, gracias a la modernidad y por pura casualidad, a través de internet. Yo leí al azar, algo que ella había escrito en no sé dónde, y sin saber qué o quién era y totalmente en contra de mis principios le dejé mi mail para que habláramos. Costumbre que, aclaro, me parece detestable y nunca compartí, así como conocer gente por internet me parece pseudo-patético. Así fue como empezamos a charlar (no diré "chatear", odio ese término), y lo que en un principio subestimé (por la diferencia de edad y porque no parecía ser tan interesante como escribía), día a día se fue tornando más y más atrapante, hasta el punto de conectarme para ver si encontraba alguno de sus nicks, siempre originales. Transcurrieron quizás dos o tres meses de conversaciones, de compartir música, libros, películas. Llegó el verano y el simpático azar nos encontró de manera premeditada en una fiesta de navidad.
Para ese entonces yo acababa de "terminar", y digo "terminar" porque no sé si puede realmente terminarse algo que nunca empezó, un jugueteo amoroso con "C", quien no es lo suficentemente relevante como para que hablemos de ella. Como dije anteriormente, "W" estaba en aquella fiesta, donde también estaba "C" y una infinidad más de personas. Recuerdo que pasé toda la noche tomando vodka barato y buscando a "C" que, bajo los efectos de la bebida rusa, no se podía mantener en pie y vagamente me prestaba atención. Con la vista borrosa y la libido a flor de piel, di por terminado todo tipo de sentimiento por aquella tercera letra del abecedario y me dediqué a desperdiciar otra media hora buscando a "W" por entre el tumulto de fluoresencia adolescente. Finalmente y casi terminando la noche la encontré. Era mucho más alta y flaca de lo que la imaginaba, tenía una sonrisa súper amplia y mantenía cierta distancia gélida que me hacía sentir ganas de quedarme. Estuve bailando (pisándola) por alrededor de media hora, quizás un poco más, y mis comentarios a esa hora y en ese estado, eran de lo menos inteligente. "W" se fue, excusándose de que la estaban esperando afuera sus amigas para irse y que bla ble bli. Prometimos vernos en los siguientes días.
"W" partía de vacaciones unos días previos a año nuevo, así que aprovechamos antes de su partida para vernos. Quedamos en encontrarnos a una cuadra de mi casa, en mi café favorito. Si no recuerdo mal, la "cita" era a las cinco y media. Diez minutos antes estaba ahí. Tengo que confesar que no me causaba ninguna emoción del otro mundo ni demasiada excitación, era más que nada intriga. Recuerdo que me puse mi jean nuevo, una remera blanca y zapatillas azules. Esperé por veinte minutos y finalmente me fui. Caminé hasta un local cercano a cambiar un regalo de navidad y, por las dudas, volví a pasar por el lugar de encuentro. Ahí estaba ella, con mirada nerviosa y enojada al mismo tiempo. Me volví a sorprender de que fuese tan alta y flaca y de lo grave de su voz. Me reprochó que me haya ido, me tildó de mal educado y construyó una pared de hielo a mi alrededor por cerca de diez minutos. Castigadora.
Mi café estaba cerrado por un evento de, recuerdo, American Express, así que caminamos casi diez cuadras hasta encontrar otro lugar que nos gustara y que, a pedido de ella, estuviese más alejado del centro en caso de que su-papá-la-viera. Pidió un jugo de naranja y me miraba, desde la otra punta de la mesa, con aires de suficiencia. Charlamos, como de costumbre, de música, de David Lachapelle, del abuso de drogas y de películas. Jamás me voy a olvidar la manera en que me dijo: -"La verdad que no sé qué hago hablando con vos"- cuando le respondí que no había visto la película de la que me hablaba. Por más de hora y media la conversación se extendió entre cigarrillos de niña rebelde, uñas pintadas de azul, zapatillas estridentes y pelo largo hasta la cintura. Sarcasmos, ironías, nos poníamos a prueba el uno al otro, yo tratándola de nena y ella tratándome de pedante. Compramos cigarrillos en un kiosco, le regalé un encendedor azul (color que luego se convertiría en fetiche entre nosotros) y finalmente la acompañé a tomarse el colectivo. Llegó más rápido de lo que esperábamos, me saludó así-nomás, me dejó su cigarrillo a medias y un gusto amargo en la boca. Volví caminando a casa, pensando que según mis sospechas, no era más que una quinceañera rebelde como tantas otras. A las dos horas estaba frente al monitor esperando ver su nick. "rehab" is online. aaaaah.

1 comentario:

Bell dijo...

Me estoy enganchando con tus historias de amor adolescente jaja.
Y vengo a decirte que escribiste "multiud" en vez de "multitud", así lo corregís, espero no te moleste.
Saludoss.