lunes, 3 de marzo de 2008

Ausencia


Fue entonces cuando lo entendí. Ya era de mañana, quizás alrededor de las once, en ese horario en que el almuerzo se entremezcla con los restos de un desayuno tardío. Las sábanas estaban blancas, recién cambiadas por la enfermera. El suero goteaba con su habitual sonido mortuorio y las últimas hojas de los árboles se sacudían bajo los saltos cortos de los gorriones entre las ramas. La luz era, entonces, más cálida y más blanca, y parecía concentrarse toda en mis pupilas para enceguecer los últimos respiros del alma. Alba se paseaba por la habitación sin percatarse de lo que ocurría, doblando con su dulzura habitual las sábanas para lavar, el pijama de la noche anterior. A medida que yo me elevaba iba comprendiendo así, lo que había sido mi vida. Había permanecido ausente a cada segundo vivido. Divisé mi historia a través de un vidrio, siempre observando con cautela desde lejos, con un pie adentro y otro afuera. Así habían pasado reuniones familiares, peleas en los recreos, besos adolescentes, amoríos no correspondidos, matrimonio, divorcio, matrimonio, lágrimas, un abrigo rojo por la calle y la sábana caliente de un hotel alojamiento. Divorcio, lágrimas, perdón y cáncer. Todo desde allá, desde la esquina, ajeno a todo. Como un lago en un desierto y sin sumergirse, sin siquiera tocar con el dedo gordo el agua cristalina. Había perdido, como tantas cosas en la vida, a mi vida misma por el simple miedo a lastimarme, a enfrentar los temores del alma y llenarla de cicatrices. Alba se acercó, despacio, a tomarme el pulso y yo sentí unas inmensas ganas de agradecerle por todo, una incontenible impotencia de no poder acariciar su mano y susurrarle gracias al oído. El escaparate en el que había vivido se hacía ahora tangible, real, permitiéndome ver lo que perdí, a lo que jamás me atreví a acercarme. Quizá sea esta mi condena, la condena justa al hombre que murió en vida y vivió en muerte por no saber aprovechar la vida misma.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, nunca le había prestado atención a la fotito que hay en tu perfil...
Feo tenías que ser, que salís con un gorro de Boy Scout, eso explica por qué te odio tanto.

M dijo...

La verdad que es hermoso el texto.!!!! Cuánta gente derrocha su vida, no?

Barrabasada dijo...

me gustamas tu blog ,
que mi novia.
solo eso.

Barrabasada dijo...

me gustamas tu blog ,
que mi novia.
solo eso.

Ya estoy muerto dijo...

Eso me hace acordar mucho a un cuento de Bernardo Kordon. Descansar en paz se llama.

¡Uhmmm!

Val dijo...

Me encantó Tomi! Y es tan cierto... hay que saber aprovechar,disfrutar cada segundo de nuestras vidas.

Cuando leí lo del ascensor que me pusiste en el comment me acordé que alguna vez lo habías ecrito. Y sí... me estás contagiando los desencuentros... también tienen su belleza para describir y su tristeza que nos enamora.

Te mando un beso querido.