martes, 11 de marzo de 2008

No es a ella

No era nada fuera de lo común. Encontrarse en esa esquina y saludarse con un beso indiferente, como si no hubiésemos estado pensando desesperadamente el uno en el otro durante noches. - "¿Tenés tiempo para un café?"- "No, me están esperando en la oficina, pero yo te llamo, si?"-. Y demás mentiras que los dos nos turnábamos en decir. De vez en cuando una charla breve con la máquina contestadora y un "chee...estuve viendo las fotos que sacamos en San Telmo y me dio esa cosa, viste?. Esas ganas de llamarte, no sé, que recordemos otros tiempos... nos podríamos ve..." y que se acabe el tiempo para seguir hablando.
No voy a negar que su perfume en mi almohada era la condena más exquisita, el masoquismo de seguir oliéndolo, noche a noche durante semanas aunque sólo fueron 15 minutos de apoyar la cabeza sobre la funda y un par de abrazos incómodos. O, por qué no, también abrir el placard para comprobar que las perchas siguen ordenadas de su lado y el mío es un desastre.
A veces cuando llueve, no voy a mentirles, espero algún mensaje en el celular dónde me diga que la lluvia le hace acordar al primer beso después de la primera de las tantas peleas. Pero no, nada. Ni siquiera su auto se atreve a pasar por debajo de mi balcón, por más inútiles horas que pase buscándolo con la mirada entre los embotellamientos del microcentro. Por ahí me invento historias, me cuento a mí mismo que voy a volver a casa y ella me va a estar esperando dormida en el sillón porque me quedé demasiado tiempo en la oficina acomodando en vano el desorden que dejé el día anterior. Otras escribo su nombre en un papel sin darme cuenta (por más pre-adolescente y vergonzoso que suene), hasta caer en cuenta de lo que hago y me reprimo y me digo que no, que no la quiero y que no la extraño por amor sino por costumbre y rutina. Que la rutina que despegó nuestras vidas juntas es la misma que extraño ahora; el olor a café ebullendo desde la cafetera y las sábanas limpias, el rollo nuevo de papel higiénico en el baño y las toallas con olor a bebé. Que no es más que la comodidad del orden ajeno lo que extraño, que no son esas uñas cortas y suaves que me agarraban la cara para acercarme a darme un beso en mitad de la película, ni ese pelo casi eterno, rapunzelesco, que tantas veces se enganchó entre nosotros mientras jugábamos en la cama. No, no es el olor a algodón de azúcar ni el gusto a Tiramisú de su boca lo que extraño, no. Es eso, la rutina, el orden, extraño eso. No a ella, y no me estoy tratando de convencer mientras escribo. No, es a ella. Si, ella. O sea, la rutina quise decir, claro... no a ella...

6 comentarios:

Barrabasada dijo...

mas ahor ate digo hacete cargo
!
porque te juntas con enmi!
cortazar todo bien
pobre muchacho

Anónimo dijo...

Ay, feo, buscá una novia ya y dejá de inventar mujeres que no te van a dar bola nunca.

Cómo si yo no hiciera lo mismo con otros métodos. Pf.

Estuvo bueno, feo.

Ya estoy muerto dijo...

No me gusta extrañar, es para gentes más románticas.

(el término gentes es feo)


Nos vemos puto.

Anónimo dijo...

Quién se está muriendo de la angustia en medio del campo?
Ahá, ja, feo.

Ojalá vuelvas cadáver, te odio.

Val dijo...

Me encantó. Extrañar... a la rutina o a la persona? Buena pregunta... :)
Un besote amigo!!
A vos tmb te extrañO! :)

BeL dijo...

y voy a escribirlo solo en este pero sabes que voy a leer todos jaja..
ya te dije que lo beuno hay que hacerlo llegar asi que nuevametne te comunico que me encnata como escribís... ya se podría decir que soy fanática de tus escrituras jejeje

un besoo
BeL