.despedida

Terminar con el último arándano de la tarta para proponerse escribir una despedida tácita en el reverso de la servilleta. Garabatear sin ganas un par de frases trilladas, tres clichés y un cuarto de metáforas con poco sentido. Esconder la servilleta bajo la taza y marcharse, silbando bajo y por la puerta, con la esperanza de que ella (sí, ella) sea la próxima en ocupar el lugar y encontrar la epístola. Alejarse dos cuadras, doblar por Marcelo T de Alvear y frenarse en el cordón de Junín para desandar corriendo sus pasos, pensar en una disculpa de cuarenta y siete segundos y destruir la servilleta antes de que la leyera. Detenerse media cuadra antes de la entrada pensando en lo ridículo de la situación y en lo improbable que sería; asomarse a la ventana y ver entre la A y la F de "CAFÉ" a ella (¡sí, ella!), acomodándose con gracia en la silla, bolso al costado y pañuelo al cuello, nuevo peinado y ojos delineados. Entrar por la puerta con disimulo, sentarse en la silla y pedir al mozo "por favor, podría levantar las cosas. gracias.". Disfrutar del vaivén de la bandeja y el alejamiento de aquel montón de letras absurdas que claro que no pensaba, de aquellas acusaciones y ultimatums que lo avergonzaban.
"Hola, tanto tiempo. Te vi por la ventana y quise hablarte" y agradecerle a los dioses por la coincidencia.