martes, 22 de julio de 2008

Fórceps


Había nacido con ayuda de fórceps hacia fines de los ochenta, técnica anticuada que había dejado una imperceptible marca a la altura de su mejilla izquierda. Sus piernas se elevaban altaneras e infinitas hasta una huesuda cadera que se incrustaba en mis abrazos y de su boca, de limites indefinidos, caían las frases mas agudas para clavarse en mis pupilas. Era toda suavidad, desde los talones gastados de deambular por las avenidas hasta las orejas percudidas por los sonidos de la batería. Suavidad intermitente que bien sabía combinar con miradas penetrantes y desgano al marcharse sin mirar atrás.
Entonces llegó esa tarde, cuando los adoquines giraron sus piezas para unirnos en un casual encuentro en la esquina al doblar volviendo del trabajo, como de costumbre. El choque de ambos hombros huesudos y el roce de las manos por debajo del sobretodo. La lluvia que asomaba bajo el telón de aquella escenografía montada por las coincidencias y un par de palabras que no recuerdo con exactitud. Cadena invisible que nos unía separados desde nacer y que se ceñía a nuestras cinturas para no dejarnos huir.

3 comentarios:

vic dijo...

o que los adoquines son muy lindos.
capaz.

Ya estoy muerto dijo...

E Vampiros; porque también debe haber algo de chupasangre.
¿Cuándo se te va a pasar eso de amar a Meg White?
Igualmente era muy huesuda. Para mi gusto.

Nos vemos Tommy Wunchitercerreich.

Barrabasada dijo...

tomy me encanto

lastima que no lo lei!
kakakakajaka
Si lo lei
lindos personajes ,mdio turbio
asi me gusta