lunes, 13 de abril de 2009

El asfalto como testigo de nuestras caminatas nocturnas. ¿Para qué pretender que no nos buscamos entre las veredas de la ciudad?. Subirse a un colectivo, viajar cuarenta y cinco minutos sin rumbo, pasando de una canción a otra hasta escuchar la que habla del invierno, de la calle y de nosotros. Descender, prender un cigarrillo y caminar con los dedos congelándose en los guantes cortados. Una, dos, tres cuadras. Tu casa, tu vereda, tus cosas, tus pasos abrazando el suelo casi congelado, los días en que te acompañé. Todo. Nada al mismo tiempo. Cae la noche, ya no te busco y los dos sabemos que es mentira. Vuelvo caminando, falta mucho y te veo, abajo de un farol, pretendiendo que tampoco me estás buscando. Pasamos cerca, el uno del otro. Silencio, ya pasó mucho tiempo. ¿Deberíamos reprocharnos la ausencia? . Te reís y se te hunden los cachetes, te muestro mis dientes sonriendo de alegría y sabiendo que este encuentro casual de casualidad no tenía nada. Te acercás hacia mí y no tenés que subir demasiado la mirada. Me abrazo a tu sobretodo. "Ya habrá tiempo para que nos volvamos a desencontrar", pensamos.

3 comentarios:

Bell dijo...

Simplemente me encantó.

QSUM dijo...

Me gusto como pocos textos lei.
Es cierto que no soy muy leida, pero te juro, me conmovio.
"sabiendo que este encuentro casual de casualidad no tenía nada"
Hermoso.

Erica dijo...

mee encantaaa, me encanta como escribís!!!!